miércoles, 15 de agosto de 2018

EL FIN DE LA CONCIENCIA.


Hace dos días, como era casi habitual, respondí un comentario en la plataforma Facebook; era un comentario a cerca de una noticia del Diario La República, cuya portada dictaba: “Niña muere desangrada luego de ser violada en grupo”; por supuesto, leí el articulo y vi el comentario de un usuario, quien indignado reclamaba que la mayoría de las personas compartían la noticia y la comentaban, sin tan siquiera haber leído, debido a que los comentarios pedían mayor seguridad a las autoridades peruanas, además, pidiendo la rápida aprehensión de los responsables de tan atroz ultraje; sin embargo, este delito se había desarrollado en el condado de Maryland, en la República de Liberia, en África. Sobre esto, nuestro usuario en referencia, reclamaba – y con justa razón – la forma en que este diario soltaba noticias de zonas incluso desconocidas por muchos, con el único fin (posiblemente) de conseguir mayores visualizaciones en sus redes sociales y la viralización de sus artículos. También observa la forma tan peculiar en que la gente compartía información y se expresaban al respecto sin terminar de entender (o incluso sin empezar a entender) de lo que se trataba el asunto.

Pues bien, como era ya mi costumbre hace algunos años (costumbre que está volviendo), me quedé pensando a cerca de este pequeño, insignificante y poco importante suceso. No pude sacarlo de mi mente y a mi volvía el título “Fahrenheit 451” de Ray Bradbury; y sin querer me encontré nuevamente leyendo el libro – sí, lo volví a leer –  y sentía que tenia que escribir sobre este hecho que si lo observamos a fondo no es tan simple ni poco importante. Para quienes conocen el libro que estoy citando (y los que no, que investiguen), sabrán que este fue escrito en 1953 y que relata un futuro apocalíptico en el que las compañías de bomberos ya no se dedicaban a combatir incendios sino mas bien a incinerar libros. No voy a tratar sobre la obra de Bradbury, pues es material para un análisis que nos llevaría muchas otras páginas, y ya que en mi país la lectura no genera placer, ni mucho menos es algo agradable o deseable o próximo a ser común, entiendo que, si no termino este artículo en un par de párrafos más, será condenado a nunca ser leído, por lo que voy a luchar por resumir la idea lo mejor que pueda.

Para que pueda entenderme (estimado lector) será necesario que le demos un repaso a la página 73 del libro, que en dependencia de la traducción o de la editorial podría ser otra, pero citaré a continuación:

-Afortunadamente, los casos extremos como ella no aparecen a menudo. Sabemos cómo eliminarlos en embrión No se puede construir una casa sin clavos en la madera. Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión, para preocuparle; enséñale sólo uno. o, mejor aún, no le des ninguno. Haz que olvide que existe una cosa llamada guerra. Si el Gobierno es poco eficiente, excesivamente intelectual o aficionado a aumentar los impuestos, mejor es que sea todo eso que no que la gente se preocupe por ello. Tranquilidad, Montag. Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado, o cuánto maíz produjo lowa el año pasado. Atibórralos de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trata de medir, calibrar y sopesar el Universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario. Lo sé, lo he intentado ¡Al diablo con ello! Así, pues, adelante con los clubs las fiestas, los acróbatas y los prestidigitadores, los coches a reacción, las bicicletas helicópteros, el sexo y las 62 drogas, más de todo lo que esté relacionado con reflejos automáticos. Si el drama es malo, si la película no dice nada, si la comedia carece de sentido, dame una inyección de teramina. Me parecerá que reacciono con la obra, cuando sólo se trata de una reacción táctil a las vibraciones. Pero no me importa. Prefiero un entretenimiento completo. (Extracto del monólogo del capitán Beatty en casa de Guy Montag, Fahrenheit 451, Ray Brudbury, 1953)

Recordemos que esto fue escrito en 1953, aunque bien podríamos decir que Bradbury conocía perfectamente la naturaleza de Facebook. Ahora bien, la razón por la que los diarios, la prensa, los medios, nos atiborran de informaciones inútiles y malsanas, es la de hacernos creer que pensamos, y sobre todo, hacernos creer que actuamos, cuando en realidad estamos viviendo con la cabeza enterrada en un agujero; pues bien, las redes sociales han cumplido su objetivo primigenio, su fin máximo: “amputarnos la reacción natural ante las cosas y dejarnos sin la capacidad humana de actuar ante el estímulo”. Para que entiendan lo que les expongo usare el siguiente ejemplo: En 2000 cuando salieron los “Vladivideos”, se trajeron abajo todo el sistema; surgieron marchas y revoluciones, valientes movimientos de personas libres y de libre pensamiento; lo sé bien, pues fue mi generación la que marchó y se trajo abajo el vulgar e ilegítimo gobierno de Alberto Fujimori; no obstante, hace no mas de un mes, salieron a la luz una cantidad enorme de videos que nos mostraron una situación igual de asquerosa, en la que quedó en evidencia la irrefutable naturaleza corrupta de nuestra estado y de nuestros órganos de justicia y de gobierno; y, dejaron en evidencia el nivel virulento de narcoestados y venta asquerosa de la “prostituta justicia”, y sin embargo, no ha rodado ninguna cabeza (si me permiten usar esa frase tan acorde, que nos recuerda la revolución francesa, la guillotina y porqué perdieron la cabeza los monarcas que abusaban del pueblo), nadie ha perdido su puesto, unos cuantos han renunciado pero pronto serán reubicados en el mismo infectado sistema; entonces, en resumen, nada fundamental se movió, hubieron algunas marchas, pero rápidamente se subieron a las redes sociales y ya nos sentimos satisfechos por esa reacción, y todo acabó, el gobierno no se vino abajo, y se seguirán vendiendo los dictámenes judiciales y los violadores seguirán libres por la calles, lo mismo que los narcotraficantes, y los asesinos a sueldo.

Facebook, lo mismo que el resto de las redes sociales, han contribuido con esta situación, ahora sube la mirada y vuelve a leer el monologo del capitán Beatty, y presta mucha atención a lo que lees, y memorízate esto: “lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian.” Que increíblemente fue escrito hace 65 años; y, cada vez que veas una injusticia en las redes sociales, y te preguntes ¿Porqué nadie hace nada?, la respuesta será siempre la misma: nos han extirpado, nos han amputado la capacidad humana de reaccionar, nos dirigimos a un futuro en el que seremos completamente animales de crianza, y digo “totalmente” porque en parte ya lo somos; y, cuando veas las cosas en las redes sociales y te preguntes: ¿Porqué nadie hace nada?, la respuesta será siempre la misma, porque nos están alejando de los libros y nos están acercando a un charco lleno de mierda para que nos alimentemos de esa porquería y nos llenemos la cabeza de esa misma mierda y nunca más podamos reaccionar como una sociedad de seres humanos pensantes. Las revoluciones han muerto y los que piensan y habla y escriben libremente son peligrosos, son objetivos.

Lamento haberme extendido tanto, se que leer es un esfuerzo que muy pocos están dispuestos a hacer, pero si has llegado a este último párrafo, date cuenta, eres unos de los pocos que queda que aún puede cambiar las cosas. Los que vieron lo largo que era este escrito y pensaron – ¡Qué flojera!, ¿Quién va leer tanta estupidez? – son quienes ya tienen la cabeza tan metida en ese hediondo fango, que no pensarán y que no harán nada y cuya única reacción cuando les quiten los derechos y les arrebaten la libertad, será poner un emoticón, una carita molesta, esa será su más fundamental reacción, no dirán nada, no escribirán nada, no marcharán nunca, ¡no volverán a ser seres humanos jamás!

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Jorge Basadre
Materiales para otra morada, 1960